Rígido fantoche que habla y se mueve según ciertos códigos de urbanidad y perfección. Parece movido por hilos invisibles, pero esto es aparente. El mueve unos hilos más importantes, determinando los destinos de otros.

Parece estar atrapado en la inmundicia sin fin de una cultura degradada, adentro de un mar sólido de vestigios degenerados, condenado a deambular para siempre entre los excrementos de generaciones de oficinistas pusilánimes, adolescentes absortos y ejecutivos implacables. Desechos de la oficina, desechos del hospital, de la sala del dentista, de la discoteca, del supermercado; restos de la casa del abogado, del electricista, el sanitario y el herrero; lo que quedó del taller de reparación de calzados, del taller de la modista y el consultorio del fisioterapeuta.