Teatro del Umbral

Notas de la dirección artística para la puesta en escena

El texto de El Examen genera la sensación de un ambiente desolado, amenazante, imprevisible.
Hace referencia a algunas constantes universales del desarrollo de las civilizaciones: el deleznable binomio sometedor-sometido y la lucha por sobrevivir a una situación de abuso y control.
Sin embargo, aún siendo polivalente y aplicable a cualquier momento de la historia humana, este texto presenta una situación intensamente contemporánea. La organización de corte burocrático de las jerarquías, el relieve y las complejidades metafóricas del discurso, los diversos planos asociativos presentes en los ásperos e intrincados diálogos, remiten a una construcción compleja del pensamiento occidental impensable antes del psicoanálisis, el marxismo y el estructuralismo.
Aun si nos abstraemos del relato de Primo Levi y su descripción de la situación concreta que inspiró este texto dramático, surge contundente en este último un desarrollo articulado en torno al poder imbatible de la palabra como instrumento de salvación y dominio. En clave poético-simbólica, el relato hace valer el poder de un instrumento intelectual como rienda única de un cambio drástico en las relaciones humanas.
El juego riguroso de los diálogos y las certeras metáforas, sugieren una puesta en escena en la que los cuerpos, expresiones y miradas son el nudo principal del devenir dramático.

ESPACIO ESCENICO E ILUMINACION
La puesta en escena se desarrollará en un espacio no convencional. El público accederá a un vasto edificio abandonado, a través de largos pasillos de cemento gris y se ubicará en una platea construida en el extremo de uno de los pasillos. El gris frío de las paredes contendrá el deambular absorto o decidido de los personajes. La perspectiva generada por un corredor de más de cuarenta metros de largo por seis de ancho será el ámbito de la escena. A su vez deberá percibirse que no es un ambiente cerrado y protegido y que hay todo un mundo de corredores, fiscales, jefes y prisioneros idénticos más allá de las paredes visibles y de esta situación en particular.
Y más allá, quizás, y nunca nombrados, oficinas, fábricas, laboratorios, depósitos, cuarteles, barracones, muros y campos alambrados. Y más allá otros campos idénticos, y otros...
La luz cae dolorosamente sobre los tres personajes, con la cruda intensidad que alude a una forma de uso habitual en situaciones de tortura. Sólo cuando se producen cambios de escena, que remiten a un incierto pasaje del tiempo, o cuando los personajes están inmersos en su precaria intimidad, la luz se atenúa, rasante al piso o lateralizada, esculpiendo rostros y cuerpos, develando espacios mentales que fluyen incontrolables a pesar sí mismos.

Utilería y vestuario
Siguiendo la propuesta del texto dramático, se construirán tres únicos muebles escenográficos que junto a los tres cuerpos humanos e indisolublemente relacionados con ellos, serán las únicas presencias materiales en el espacio vacío. Cada mueble escenográfico está relacionado con un personaje, lo enmarca y contribuye a definirlo y pautar su destino escénico.
Una silla alta para el fiscal, aparatosa en su altura e ineficiente en su funcionamiento, tal como resulta ser este personaje. En cambio, la silla del jefe será un amasijo confuso y torpe, como la mente de este último. Una atroz amontonamiento de fierros retorcidos, estúpida e inoperante imitación de un símbolo ya frágil. La mesa del examinado, de patas altas, estrecha, absurda por su altura e incómoda, deja en claro que la instancia del examen busca doblegar tanto la mente como el cuerpo.
La ropa de los personajes será lo suficientemente sobria como para reflejar el alcance general polivalente de lo que se narra. Carecerá de adornos y atributos. Sin embargo, unos pocos rasgos del diseño perfilarán a unos personajes en diferentes situaciones entre sí y alcanzarán para despertar en el espectador sensaciones asociadas a las ideas de poder, ridiculez o indefensión, según el caso.
Sobre una base de tela de tono gris, como todo el ambiente, algunas variantes en el diseño y acentos de color marcarán las diferencias de status entre los tres hombres.
El Fiscal es elegante y su tamaño corporal se ve ampliado por la larga chaqueta con hombreras y el altísimo gorro. Debajo de la chaqueta se adivina una camisa oscura sin detalles. La chaqueta debe permitir ver los pantalones, signo fuerte de contemporaneidad y de la intensa presencia del ser masculino que se respira en toda la obra. Se descartan las botas altas, ya que es un calzado demasiado asociado a la milicia y también se cuidará de que las formas de estas prendas no evoquen una relación con el orden eclesiástico. Construyendo la imagen de un personaje- signo despojado y a la vez de nítidos contornos, puede alcanzarse una mayor riqueza evocadora y múltiples canales de interpretación. Su ropa, de base gris como las de los otros, será teñida de rojo, dando así la sensación visual de un gris manchado. El gorro será de rojo intenso.
El Jefe representa en cierto modo la contracara ridícula y absurda del Fiscal. Su ropa, de un talle que no le corresponde, dejará en evidencia su falta de gracia y la imposibilidad de acercarse siquiera al rango de aquél. Su cabeza parece flotar entre las hombreras gigantes de su ancha chaqueta y los pantalones resultan levemente cortos. Usa un gorro de idéntico calce que el del Fiscal, pero muy corto, como si una guadaña con un limpio tajo a ras del cráneo hubiera interrumpido su pretensión de altura. Chaqueta y pantalones de gris teñido de violeta, gorro violeta.
Primo, con chaqueta simple, apenas más corta de lo esperable, y pantalones comunes, estará vestido de gris. La cabeza, de pelo corto, no tendrá gorro ni ninguna protección. Su presencia corporal, envuelto en una ropa que lo desdibuja y aplana, será desleída, casi inmaterial.

Sandra Massera (julio 2010)

Sandra Massera en el edificio donde se realizará la obra.

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